Hemos empezado nuestra andadura por Facebook y twitter con la intención de compartir con nuestros clientes y seguidores noticias y comentarios sobre diferentes campos del derecho, pero también queremos compartir nuestras inquietudes y opiniones mediante comentarios acerca de nuestra profesión y la realidad social que vivimos.
Hoy en día, tanto en el ámbito empresarial o profesional, como en el privado, parece que quien no está en las redes sociales no existe.
A los abogados y a la mayoría de profesionales se nos insiste constantemente con la idea de que debemos adaptarnos en el ejercicio de nuestra profesión a las nuevas tecnologías y a la nueva forma de comunicarnos e informarnos que suponen las redes sociales. La publicación de una página web y tener perfil público en Facebook, Linkedin, Twitter, etc., son ya imprescindibles para el marketing jurídico.
Es cierto que estas herramientas de comunicación nos permiten tener un contacto directo e inmediato con nuestros clientes y que nos conozcan otros que no lo son, ofreciendo de forma pública y abierta nuestros servicios profesionales, no obstante, y es mi humilde opinión, también existe el peligro de perder de vista que, al fin y al cabo, la relación del cliente con su abogado se basa en la confianza, principio éste que no ha cambiado ni cambiará en un futuro.
La reputación profesional nos la otorgan los clientes, quienes valoran la dedicación y atención que prestamos a sus asuntos, la proximidad y fácil acceso al profesional, el hecho de estar informado, de manera clara y comprensible, sobre la marcha de su caso y, por supuesto, el resultado y la solución satisfactoria a su problema. Estos son, a nuestro juicio, los cimientos sobre los que descansa el concepto de “marca” para el despacho profesional.
El mejor marketing jurídico para cualquier profesional es, me atrevo a decir, “el boca oreja” y ello no se consigue con una campaña intensiva en las redes sociales o, al menos, no se llega al tipo de cliente que quiere establecer una relación con su abogado bajo el principio de confianza y busca el servicio profesional atendiendo a otras variables, por lo general, un bajo coste económico.
Si la vocación profesional es importante, también lo es transmitir por medio de la acción, los valores y principios de nuestra profesión a nuestros clientes y a los demás operadores jurídicos.
Así pues, podremos abrir perfiles en Facebook o twitter, tener un sinfín de seguidores o “me gusta”, pero, son nuestros actos diarios y nuestro saber hacer los que darán un soporte real a estas acciones comerciales o de comunicación y, principalmente de ello, depende nuestra reputación profesional.